Don Ramón era el eje del Programa de El Chavo: Quico

Por Agencias

BUENOS AIRES.- 24 Julio de 2016.- El Chavo del 8 comenzó como un sketch de 10 minutos en el Canal 8 de Televisión Independiente de México (de ahí el nombre), y en sus inicios sólo tenía cuatro personajes: La Chilindrina, Don Ramón, Quico y El Chavo. Luego se sumaron el Señor Barriga, el profesor Jirafales, la Bruja del 71, doña Florinda, Popis, Godines y Ñoño.

“Yo era más compinche con Don Ramón. Nosotros éramos los sencillos del grupo, los que sí dábamos autógrafos, los que sí nos llevábamos con la gente. Los demás eran un poquito naricitas paradas”, desliza con ironía el actor que inmortalizó al cuate de cachetes inflados, el traje de marinerito y los ojos abiertos como huevos fritos.

El actor mexicano de 72 años llegó a Buenos Aires para apadrinar al Circo Rodas, del empresario Jorge Ribeiro Soares que por estos días y hasta fin de agosto se presenta en el Walmart de Autopista Buenos Aires-La Plata.

“Muchas veces compartía camarín con Don Ramón. No había mucho que contarse, más que cambiarse y las puras pláticas para ponerse al día”, sigue Villagrán. A las ocho era la cita en maquillaje y enseguida ingresaban al set de grabación. “Primero se pasaba todo el programa en frío, sin cámaras, solamente con el director Enrique Segoviano, una pieza fundamental. Enseguida se ensayaba de principio a primer comercial con cámaras. Y luego se grababa esa parte. Lo que salía mal se repetía. Y así hasta el final. Era un programa muy cuidado”, continúa Villagrán, ahora casi irreconocible, de lentes y barba candado, hasta que infla los cachetes, abre los ojos como platos y de repente el Quico hace su aparición estelar como por arte de magia.

No me simpatizas

Cara a cara con el actor que inmortalizó al compinche de El Chavo, imposible no asomarse al detrás de cámara de la vecindad más famosa del planeta. “Mucha gente cree que la vecindad existía realmente y hasta viajaba al DF para conocerla, pero al llegar se encontraba con que no había vecindad por ningún lado. Nunca estuvo armada de forma permanente. Se montaba y desmontaba todo el tiempo y cuando terminábamos de grabar, desaparecía”, asegura.

“A Chespirito lo tratábamos de flaco, le decíamos Chespiro, o flaco tal cosa y tal otra. Pero una vez que nos encontrábamos en el estudio, lo tratábamos de señor. Había un ambiente de respeto entre todos. Grabábamos felices y contentos. Si alguno hubiera estado incómodo, enojado o cualquier otra cosa, se habría reflejado automáticamente. Era tanto el convivo que llegamos a ser familia”, recuerda.

Cuenta Villagrán que podían grabar dos y hasta tres capítulos de El Chavo en un día, aunque el Chapulín demoraba un poco más por los “efectos especiales”, como la pastilla de chiquitolina. “El Chavo lo hacíamos muy rápido, era casi automático, salía solito y en una hora y media o dos teníamos un capítulo. A veces adelantábamos programas porque teníamos que salir de gira. Pero El Chapulín era más complejo, demorábamos hasta 16 horas, porque nadie se hace chiquito, y tardábamos más en hacer los efectos”, advierte.

Para Villagrán, otra de las claves del éxito de la serie es que jamás sacaron al aire un niño, sino que sus propios personajes eran los niños del programa. “De haber salido un niño nos hubiéramos convertido en payasos. Pero Chespirito lo tuvo muy claro desde el comienzo. Si hubieran aparecido niños se habría esfumado la magia”.