Por Joaquín Antonio Quiroz Carranza
QUERÉTARO, QRO., 07 de febrero de 2025.- Como muchas de las personas nacidas en la era post Segunda Guerra Mundial, Marco Antonio, hijo de Antonio Garduño González y Beatriz Hernández Paz, se vio influido por esa humanidad que dijo “nunca más” a las guerras, así como por el creciente movimiento cultural emergido de la Unión Soviética, los procesos de liberación nacional y contra el colonialismo.
El contacto profundo con los medios de producción, ya que su padre era artesano ceramista, y un gusto innato por los trabajos manuales, generaron en Marco Antonio una cercanía con el barro, los hornos, los colorantes y los múltiples artículos que de las manos obreras emergían.
Y como a todos los niños de esa época, la escuela pública, que en el caso de Marco Antonio fue la “Héroes de 1846-47” influyó enormemente para inculcarle ese amor por la historia patria. La cultura fue desde su infancia un sello indeleble, pues siendo niño, con sillas, sabanas y calcetines viejos armaba un teatro guiñol, con el cual contaba historias y se divertía enormemente.
De joven fue “checador” de boletos de camión en la línea de Peralvillo, hasta que ingresó en la escuela comercial “Milton”, por la Calle de Madero en el centro de la hoy, Ciudad de México, donde estudió una carrera comercial; Como su pasión era la pintura, la escultura y el arte, visitaba frecuentemente los talleres libres de la Escuela de Arte de San Carlos, donde aprendió arte, serigrafía, pintura, entre otras.
En un golpe de suerte recibió la invitación de Ignacio Haro, dueño de una fabrica de Guiñoles que además era gerente en una filial de Banamex, a trabajar en el banco, lo que ocasionó un giro impresionante en su vida y en la de su familia. Posteriormente trabajó en una fábrica de maquinaria.
Marco Antonio dejó la fábrica de maquinaria y junto con algunos amigos establecieron una “peña folklórica” en la calle Hidalgo en Coyoacán, por el año de 1972, donde conoció a muchos sudamericanos y centroamericanos (chilenos, argentinos, salvadoreños), en esta peña tocaron “Los Folkloristas” y en el mismo inmueble tenían un galería de arte y un taller de orfebrería y cerámica.
En esa época, el padre de Marco Antonio trabajaba en un taller de reproducciones prehispánicas dependiente del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en el ex-Convento del Carmen en San Ángel, y fue a él a quien José Aguilar, representante del INAH invitó a trabajar elaborando reproducciones facsimilares de códices para los museos que se instalaron en Oaxaca y Morelos. Como era mucho trabajo, el padre invitó a Marco Antonio y desde ese entonces se incorporó a la elaboración de reproducciones facsimilares de códices, dentro del Departamento de Planeación e Instalación de Museos del INAH. Marco Antonio participó en la instalación del Museo Regional de Oaxaca y en el Museo Cuauhnahuac de Cuernavaca, Morelos, que se instaló en el Palacio de Cortés.
La pasión y el amor por el arte prehispánico impulsó a Marco Antonio a estudiar museografía, restauración, diseño museográfico y otras disciplinas. En ese entonces el Director del INAH era el Dr. Guillermo Bonfil Batalla, extraordinario antropólogo, una de sus obras fue “México Profundo, una civilización negada”. Entre 1973-1982 se instalaron el Museo Nacional de Antropología e Historia, el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec y varios museos escolares en diversos sitios y localidades.
Marco Antonio fue un sindicalista y luchador social sobresaliente, organizó la lucha contra el sindicato “charro” (SNTE) dirigido por un político corrupto de nombre Carlos Jongitud Barrios, quien fue desplazado de la dirigencia por otra política de la misma “escuela”: Elba Esther Gordillo, impuesta allí por Carlos Salinas de Gortari. Gracias a esa lucha, Marco Antonio, fue reconocido como Museógrafo y su padre como Artista Plástico y a los demás trabajadores también les reconocieron su actividad profesional.
La lucha sindical no le impidió seguir con su labor museográfica, participó en el traslado e instalación de bienes patrimoniales para el Museo Nacional de las Intervenciones en Churubusco y muchas exposiciones temporales en diversos espacios como el Metro, el Museo Regional del Estado de México y otros. Ocupó el cargo de Subdirector de Museografía en el Templo Mayor en el año 2001, en ese momento el Director del Museo era Eduardo Matos y la curadora Ximena Chávez, grandes amigos de Marco Antonio. Se jubilo del INAH con 30 años de servicio.
Desde 2023, con 76 años, Marco Antonio reside en Tequisquiapan, Querétaro, sus obras rememoran la visión prehispánica y su amor por nuestra cultura lo ha llevado a elaborar reproducciones facsimilares del Códice de la Cruz-Badiano, primer libro herbolario escrito en latín en la América colonial, elaborado y traducido del náhuatl por Martín de la Cruz y Juan Badiano en el año de 1552.
Marco Antonio forma parte del colectivo artístico que prepara la exposición “Hornos ladrilleros” cuyo objetivo es visibilizar, desde el arte, este fenómeno social, ambiental y de salud humana, así mismo recordar a Frida Kahlo en el 71 aniversario de su fallecimiento, única mujer artista que ha plasmado en un lienzo esa realidad socioeconómica y ambiental bajo el título de “Hornos ladrilleros” (1954).
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