Por Joaquín Antonio Quiroz Carranza
QUERÉTARO, QRO., 01 de diciembre de 2024.-Creer que cualquier tipo de enfermedad aparece por casualidad, como un castigo divino o simplemente por qué “no sé”, es la peor de la tonterías que las personas pueden creer. Toda enfermedad, sobre todo las graves y crónicas, son resultado de la impostura vital, de vivir una vida falsa, llena de mentiras incluso viviendo en un cuerpo que no es el propio.
La impostura vital, significa que el enfermo es un impostor, un falso, un mentiroso, y primero se miente a si mismo maquillándose, tiñendo el pelo, la barba, depilándose las axilas, el pubis, las cejas, aplicándose botox, cirugías etc. El impostor, un actor de la vida, cree que el hábito hace al monje, que su atuendo dice quien es, que sus tarjetas de crédito lo definen, que sus pupilentes de color lo hacen mejor.
La impostura vital niega al propio ser, lo rechaza, desea cambiar el color de su piel, borrar arrugas, teñir canas, cambiar la textura de piel, incrementar el volumen de tetas y nalgas, imaginarse capaz de múltiples eyaculaciones y todo aquello que hace “más” hombre al hombre y “más” mujer a la mujer.
La tensión generada entre el propio ser y el impostor, es una fuerza estresante altamente significativa que promueve el dolor y la enfermedad. El impostor rechaza su responsabilidad y desea que los fármacos, las cirugías, los médicos o las medicinas tradicionales, alternativas o chamánicas, sin cuestionar su impostura, recuperen su “salud”, algo que es imposible.
La impostura vital, la vida falsa, autoimpuesta hace vivir al impostor, pero mata al ser auténtico, la esencia del ser, al grado que es inconcebible mirarse al espejo sin maquillaje, sin oropeles.
Los dos únicos procesos que todo ser humano transitará inevitablemente son: envejecer y morir. Podrá ser feliz o no, generar riqueza o no, adquirir títulos académicos o no, padecer o no enfermedades, pero lo absolutamente seguro es que acumulará años y morirá, sí acumula más de 50 años irremediablemente tendrá cambios que muestran su envejecimiento: canas, arrugas, piel menos turgente, perdida de visión, entre otros.
La impostura vital, hoy más que nunca, hace que algunos hombres quieran ser mujeres, algunas mujeres quieran ser hombres, personas viejas quieran ser adolescentes, los adolescentes quieran ser adultos, las personas de piel morena quieran ser blancas, los de pelo castaño quieran tenerlo rubio, etc. Nadie acepta su propio y original ser, simplemente desean ser parte de la masa, de la moda, la comunidad de los intrascendentes.
La impostura vital muestra la crónica de una enfermedad anunciada: diabetes, hipertensión, hipo o hipertiroidismo, gastritis, colitis, cáncer, etc.