Joaquín Antonio Quiroz Carranza
QUERÉTARO, QRO., 14 de noviembre de 2024.- La democracia, la decisión y poder de las mayorías, es un concepto que se usa básicamente para asuntos públicos y electorales, una vez depositado el sufragio, la vida sigue. Pocos han sido los que han metido la nariz y visibilizado el antidemocrático comportamiento humano en espacios intramuros, es decir dentro de la vivienda, entre los integrantes del hogar.
La antidemocracia en el hogar se observa en el machismo, en la violencia, en la asignación de roles vinculados al género. No se le pregunta a la mujer si desea el trabajo domestico no remunerado u otra actividad, no se le permite elegir, simplemente –eres mujer-, muy bien, tu destino es parir y trabajar en el hogar sin remuneración salarial ni prestaciones sociales, incluso puedes estudiar y trabajar, porque eres feminista, pero tus roles “naturales” los tienes que seguir cumpliendo.
¿Cuál es el valor económico del trabajo domestico? Lavar trastes y ropa, planchar, barrer, trapear, sacudir, preparar la comida, cuidar a los enfermos, entrenar a los hijos a ser buenos esclavos asalariados, NADA, estas actividades no valen nada, se hacen por amor, porque dicen los filósofos machistas que “mujer que no vive para servir, no sirve para vivir”, “mujer que no sirve para parir no sirve como mujer”, estos se quedaron en la edad media con la inquisición.
La servidumbre, el rol de sirvienta es un asunto de la edad media. Bajo el capitalismo, el rol asignado y aceptado social, económica y legalmente es el de trabajador asalariado y cualquier trabajo debe ser remunerado, debe recibir su salario, lo dice la biblia, es palabra de Dios.
No hay espacio social más antidemocrático que el espacio intramuros, la vivienda. Allí, en ese espacio, el macho Alfa manda, en la escala jerárquica sigue el hijo mayor, los otros hijos, luego las hijas y al final la madre, ¿qué poca, no?.
En el hogar la mujer no opina, no decide, no administra, excepto el gasto semanal, no debe ni hablar. Debe concretarse a cumplir sus deberes que su naturaleza de mujer le ha asignado: satisfacer al hombre, parir y limpiar, ohhhhh.
La democracia comienza dentro del hogar, incluso en la relaciones íntimas, la famosa posición del misionero, donde el hombre se coloca encima de la mujer, parte de un pensamiento machista, de posesión, donde la mujer cumple una función pasiva y el hombre activa. La democracia debe permear, subvertir y destruir los paradigmas existentes, debe enfrentar lo nuevo con lo viejo, debe abrir paso a toda herejía, a todas las formas posibles de pensamientos diferentes, no importa que eso no le guste a los machos, a los gobiernos o a las iglesias. No importa que digan que polariza, claro que si polariza, enfrenta, de eso se trata, de una lucha en todos los frentes, sea el ideológico, el económico, el social, el relacional incluido lo físico, pues obviamente siempre lo viejo se defenderá con la violencia, y también en un momento dado no quedará más remedio que enfrentar la violencia con una forma de violencia que impida una nueva respuesta violenta. Decía Maquiavelo “Cuando se hace daño a alguien –cuando la violencia es necesaria- debes hacerlo de tal manera, que le sea imposible vengarse”.