Joaquín Antonio Quiroz Carranza
QUERÉTARO, QRO., 1 de noviembre de 2024.- Hay de muertos a muertos, están los odiadores y odiosos, los que nadie quiere recordar; los queridos y amables, los respetados y recordados, lo héroes conocidos y anónimos. Hoy, este Día de Muertos, mi ofrenda es para los Guerrilleros, héroes, aunque los burgueses e industriales se ardan, de la Liga Comunista 23 de Septiembre, del Frente Urbano Zapatista, de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, del Ejercito de los Pobres y de muchas otras organizaciones guerrilleras más, que entre 1965 y 1977, ante la cerrazón y comportamiento criminal del Estado mexicano, se vieron obligados a la rebelión armada.
Los guerrilleros mexicanos, como bien lo narró Carlos Montemayor en sus libros “Las armas del Alba” y “Las mujeres del Alba”, fueron seres humanos que quisieron, en un primer momento, abrir la senda de la democracia y recibieron continua represión, hasta que no hubo otra alternativa que enfrentar, por la vía armada, a la burguesía y los terratenientes mexicanos aliados y subalternos del imperialismo norteamericano.
La democracia que hoy se construye en México, para alegría de muchos y rechazo de algunos, no sólo es resultado de las arduas luchas de 1810, 1857, 1910, sino también de los enfrentamientos, asaltos y secuestros, que la guerrilla mexicana realizó entre 1965 y 1977, estas acciones las realizó, no por gusto, ni por trastornos mentales, como se quiso hacer creer, pues nadie en su sano juicio desea la guerra y la muerte, por si misma. José Martí llamo a este tipo de violencia “La guerra necesaria”, y eso fueron los 12 años de guerra de grandes contingentes populares contra el Estado mexicano, la burguesía, los terratenientes y sus fuerzas represivas: Ejercito, Marina, Policía Judicial, Guardias Blancas, la Dirección Federal de Seguridad, instituciones coordinadas para penetrar, capturar, torturar, asesinar y desaparecer a hombres y mujeres, sólo por pensar diferente, como hizo la inquisición durante más de cuatro siglos.
Miguel Hernández, poeta español, en su “Elegía Segunda” dedicada a Pablo de la Torriente Brau (cubano internacionalista, muerto en combate en la guerra civil española) lanzó una estrofa que viste a cada uno de los luchadores sociales que fueron asesinados por el Estado mexicano, dice: “No temáis que se extinga su sangre sin objeto/ porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan/ aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto”. Así es, para cada uno de los guerrilleros y guerrilleras, a los que hoy dedico esta ofrenda.
Día de Muertos, no halloween, Día de Muertos, repito, son esos días que no basta con el altar, con la fotografía, hay que convocar, organizar y transformar, hay que recordar el pensamiento de aquellos héroes-guerrilleros eternos, los que tomaron el cielo por asalto, los que fueron las armas del alba, porque despertaron conciencias, gritaron ¡basta! y echaron andar.