- “Es hora de romper el silencio y exigir justicia: la protección de nuestros niños no puede esperar.“
Por Raúl Reyes Gálvez
HUIMILPAN, QRO., 27 de octubre de 2024.-Este es el caso de una niña de 14 años oriunda de Huimilpan, Querétaro, quien fue violada por un familiar y que ahora enfrenta una solicitud de pena de tres años de prisión en el Centro de Reinserción Social para Adolescentes. La niña sufrió un aborto espontáneo en el municipio de Huimilpan, pero además el Fiscal General del estado de Querétaro le exige la reparación del daño de 518 mil pesos para quien sea padre-violador del producto. Esto representa un ejemplo claro y escalofriante del fracaso del estado de Querétaro en la protección de los derechos de la infancia. Este suceso, lejos de ser un hecho aislado, revela profundas desigualdades sociales y un sistema de justicia que parece actuar más en contra de las víctimas que de sus agresores.
En lugar de proteger y garantizar el bienestar de esta niña, el sistema judicial ha optado por criminalizar su dolor, revictimizándola tras haber experimentado una violación y un aborto espontáneo. Solicitar tres años de prisión a una menor que ha pasado por una situación tan traumática es una clara muestra de cómo el sistema no sólo falla en su deber de protección, sino que también actúa en contra de los derechos fundamentales de la niñez. Este enfoque punitivo forma parte de un patrón de desprotección hacia las infancias, especialmente en comunidades con profundas carencias y desigualdades.
La narrativa que rodea este caso deja ver la cultura patriarcal que permea en muchas instituciones. En lugar de priorizar el castigo al agresor y la rehabilitación de la víctima, las autoridades parecen empeñadas en culpar a la menor. Según el análisis de S. Fernández en Derechos de la infancia: un enfoque crítico, la niñez es un grupo particularmente vulnerable, y cuando el sistema falla en protegerla, se profundizan las desigualdades y se perpetúa una cultura de violencia hacia los más indefensos. Esta tendencia de criminalizar a las víctimas es parte de una cultura arraigada en la protección de los agresores y en la desestimación de los derechos y la dignidad de las víctimas, un ciclo que debe romperse.
Para comprender las implicaciones de esta situación es fundamental mirar otros ejemplos. La Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) establece que los niños tienen derecho a la protección contra toda forma de violencia, incluyendo la sexual. Este y otros acuerdos internacionales deberían garantizar que el sistema legal actúe en defensa de los menores, especialmente en situaciones tan desgarradoras como la de esta niña. No obstante, el caso de Huimilpan revela el abandono del Estado en cuanto a estos compromisos.
A nivel nacional, la situación es igualmente alarmante. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha emitido sentencias que prohíben la penalización del aborto en casos como éste, donde la vida de la madre corre peligro o el embarazo es producto de una violación. Sin embargo, la Fiscalía de Querétaro ha decidido ignorar estas resoluciones, exponiendo una actitud de desobediencia a la ley y de revictimización de la infancia. M. G. García en su obra Niñez y desigualdad destaca que la falta de políticas públicas efectivas en defensa de los derechos de la infancia contribuye a perpetuar el ciclo de violencia en el que viven muchos menores en México.
La intervención de organizaciones como Adax Digitales, que se han pronunciado en defensa de la niña, es crucial en estos momentos. Según Mayra Dávila, presidenta de esta organización, el proceso judicial ha estado plagado de irregularidades que re victimizan a la menor, y la insistencia en llevar el caso a juicio no hace sino agravar su situación emocional y psicológica. Esta falta de sensibilidad y empatía por parte de las autoridades no sólo afecta directamente a la niña, sino que además refuerza la desconfianza hacia un sistema judicial que parece más interesado en castigar que en proteger.
La falta de políticas públicas orientadas a la prevención de la violencia sexual en contra de los niños y niñas en Querétaro es una carencia que merece atención inmediata. El Estado debe implementar un cambio de paradigma en su enfoque hacia estos casos. Como E. L. González argumenta en Políticas públicas y derechos de la infancia, es urgente desarrollar estrategias inclusivas que pongan el bienestar de los menores como un eje central de la política pública, empezando con la formación de funcionarios y personal judicial en temas de derechos de la niñez y atención a víctimas.
La negligencia del Estado al ignorar las necesidades de protección de los menores en contextos vulnerables como el de Huimilpan refleja una incapacidad de garantizar un acceso real a la justicia. Las infancias, especialmente las que viven en condiciones de pobreza y marginación, enfrentan el desamparo y la indiferencia institucional, lo que no solo pone en riesgo su bienestar, sino que perpetúa un ciclo de violencia y exclusión. Como sociedad, no podemos permitir que se siga deshumanizando a las víctimas y exigiendo a los más vulnerables una resiliencia que debería ser respaldada, no exigida, por el Estado.
La responsabilidad de proteger a la infancia no es opcional, y el caso de la niña de Huimilpan es un recordatorio urgente de la falta de humanidad y empatía en el sistema judicial mexicano. La criminalización de una menor, víctima de violencia sexual, no sólo es injusta, es una traición a los principios básicos de justicia y derechos humanos que todos deberíamos defender.
Para el estado de Querétaro y para México en general, este caso debería ser una llamada de atención. Urge repensar las políticas públicas y hacer ajustes en el sistema judicial para que se actúe con sensibilidad y empatía, garantizando una verdadera protección a los derechos de la infancia. Es necesario romper el ciclo de silencio y complicidad que rodea a estos casos y luchar por un sistema que ponga a las víctimas, especialmente a los menores, en el centro de la justicia.
En conclusión, la situación de la niña de Huimilpan es un espejo de la deshumanización institucional hacia la infancia en México. El sistema de justicia ha fallado en su deber de proteger a los más vulnerables, y esta falla debe abordarse con urgencia y compromiso. Las políticas públicas deben enfocarse en la prevención y en la protección integral, y la sociedad civil debe unirse en defensa de los derechos de los menores. No podemos permitir que se siga criminalizando a las víctimas, ni que la injusticia continúe siendo la norma.