Joaquín Antonio Quiroz Carranza
QUERÉTARO, QRO., 17 de octubre de 2024.- El tlacuache es un ladrón benefactor, pues según los mitos y leyendas robó, cual Prometeo, el fuego a los Dioses para compartirlo con los humanos. Agrupa a un conjunto de especies que, gracias a su polifacético paladar, han podido sobrevivir y adaptarse a las cambiantes condiciones del ambiente que lo rodea, ingieren casi todo aquello que es potencialmente comestible en ambientes terrestres y acuáticos, pueden sumergirse en cuerpos de agua en busca de presas y al mismo tiempo sus crías están seguros en el marsupio ocluíble. Son actores fabulosos, pues se hacen “el muerto” y engaña a sus oponentes, y de forma similar al zorrillo, emanan un fuerte y desagradable olor cuando están asustados, son bebedores consuetudinarios de aguamiel y saben que este líquido les sana heridas e infecciones.
En América se han identificado 12 géneros, 76 especies y 163 subespecies. En México se reconocen 8 especies y 5 subespecies, en la mayoría de las especies las hembras son muy prolíficas, con 2 o 3 camadas al año y cada una con 8 a 18 crías.
El tlacuache posee muchas cualidades, pero dos son realmente asombrosas: la primera es la que comparte con otras especies, una función ecosistémica muy importante, es el vehículo de la dispersión zoófora de las semillas de muchas especies vegetales, tanto al ingerirlas y dispersarlas en sus excertas, como de aquellas otras que se enredan en su pelaje hirsuto, y caen posteriormente en otros parajes. Favorecen la polinización, la regulación de las poblaciones de insectos, reducen, con ello, la transmisión de enfermedades, y son un biosensor extraordinario, pues indican la salud general de los ecosistemas. La desaparición de estas especies en un ecosistema, traería un reacción en cadena afectando todo el sistema en niveles desconocidos. No trasmiten rabia ni enfermedades a los humanos, muchas personas creen lo contrario.
Este ser, del realismo mágico, que en náhuatl se nombra tlacuatzin, se encuentra referenciando en varias ocasiones en el Códice de la Cruz-Badiano, libro herbolario escrito por dos médicos nahuas en 1552, quienes recomiendan el uso de su cola molida con diversas hierbas para destapar los conductos urinarios, facilitar el aborto o favorecer el parto.
Estudios científicos han encontrado que el plasma, la saliva y las heces de tlacuaches machos poseen un alto contenido de cortisol y corticosterona, el primero aumenta la glucosa en sangre, mejora el uso de la glucosa por el cerebro y aumenta la disponibilidad de sustancias del organismo para reparar los tejidos, mientras que la corticosterona facilita los recuerdos, tareas de aprendizaje y consolida la memoria. Seguramente esta virtud hace del tlacuache un ser de gran inteligencia.
El Tlacuache, más que un pregonero que compra “comadres chismosas, cotorras latosas y viejas regañonas pa´meter en mi costal”, es parte de la farmacia viviente de nuestro semidesierto queretano, un bioindicador del estado del medio ambiente, un ser mitológico y biotecnológico capaz, no sólo robar el fuego, sino de contribuir a recuperar la salud humana y de los ecosistemas. Respetar las especies y sus ecosistemas, no solo es una obligación ética y moral, sino una necesidad para la sobrevivencia de la especie humana.
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