Reseña del Tratado de Ateología de Michel Onfray

Joaquín Antonio Quiroz Carranza

SAN JUAN DEL RÍO, QRO., septiembre 28 de 2024.- Lo “divino” atenta contra el deseo y la razón. Las religiones monoteístas atentan contra el cuerpo, el placer y la vida. Inventan culpas y producen sometimiento. Crean ideales para justificar la expropiación, excluir, torturar y matar. Es un código domesticador. Amordazan los sentidos, acallan deseos, atacan la emancipación personal y promueven la intolerancia. Sus imposiciones y coacciones están presentes en los sistemas jurídicos, médicos, militares, pedagógicos, científicos, políticos, sociales, relacionales, emocionales. Incluso el psicoanálisis sexualizó la culpa y culpabilizó ciertas elecciones sexuales, señalando que la satisfacción sexual “normal” debería provenir de una relación heterosexual y consumarse de manera casi bíblica. Por lo que quien no observa tal conducta y se excita sin consumación tradicional es un histérico o un perverso (pecador, impío, inmundo).

El cristianismo, en su versión católica romana, soportada en La Biblia, impone la idea de que Dios, enfurecido porque Eva desobedeció y comió el fruto del árbol del conocimiento, se trasmutó en juez detestable condenando a sus criaturas a la vergüenza, el trabajo, el dolor de parto, la impotencia, el sufrimiento, la sumisión de las mujeres y la miseria sexual.

La inexistencia de Dios, así como su existencia es indemostrable; pero sí la existencia de Dios impidiera el odio, la mentira, la violación, el saqueo, la violencia, el desprecio, la corrupción, la paidofilia, el infanticidio, el resentimiento, la maldad, y los altísimos jerarcas religiosos fueran un ejemplo de virtudes, eso podría ser una muestra evidente de la excelencia moral del estatus religioso. Las religiones monoteístas llevan sobre su historia millones de personas calcinadas en las hogueras, cientos de pueblos sometidos en nombre de guerras santas, etc.

Las religiones necesitan sujeción, incultura e ignorancia. Así se expanden, aseguran su existencia y desaparecen a quienes no se adhieren a ellas. Las religiones son una pulsión de muerte. Las tres religiones principales: cristianismo, judaísmo e islamismo manejan el arte de engañar, cercenan libertades, domestican, someten inculcando la intransigencia con el pensamiento diferente, desestiman la condición femenina, desprecian el cuerpo y descalifican los goces naturales. Su Dios, es decir su idea de Dios, ama las vidas mutiladas, promete edenes posmortales y defiende una moral al servicio de los dominadores.

Quienes reconocen que no necesitan creer en dioses o inventar nuevos, deberían promover todo lo relacionado a la vida y construir una forma feliz de vivir, aceptar la muerte como una etapa sin mayor trascendencia. Amar este mundo “terrenal”, amar el cuerpo, desarrollar la inteligencia, la razón, la reflexión, respetando las múltiples formas de pensar, no practicar ningún odio, menos hacia las mujeres, eliminar la represión del sexo y liberarlo, rechazar la obediencia y la sumisión, vivir en y por la alegría, gozar y compartir el gozo que ofrece el fruto del conocimiento, y por que no, seguir investigando las formas de prolongar la existencia biológica, eso que las religiones llaman la vida eterna.

La ateología debe buscar desmontar la teocracia y la teología para que el cuerpo deje de ser un castigo y la tierra, un valle de lagrimas; la vida, una catástrofe; el placer, un pecado; las mujeres, una maldición; la inteligencia, una presunción y la voluptuosidad, una condena. En resumen promover la pulsión de vida frente a la pulsión de la muerte.

El libro “Tratado de Ateología” de Michel Onfray, es una obra de 274 páginas, sumamente recomendable para entender, comprender y transformar nuestra realidad individual y colectiva. Se puede obtener gratuitamente en la siguienter4 liga: https://proletarios.org/books/Onfray-Tratado-de-ateologia.pdf