La forma ideal para NO lastimar a quien más amamos

Por: Patricia González Miranda

QUERÉTARO, 13 de diciembre de 2016.- Muchas veces sin querer o sin el afán de herir a otra persona, lo terminamos haciendo, peor aún, lastimamos a la gente que más amamos. ¿Por qué?, tal vez porque es la única persona que tenemos en ese momento para desquitarnos o porque tenemos resentimientos de tiempo atrás.

Esto aplica con nuestros padres, pareja, hijos, amigos, hermanos, empleados, compañeros de trabajo, etc. La mayoría de veces otros terminan pagando los platos rotos de los exabruptos que tenemos siempre (tal vez tuvimos un mal día de trabajo, chocamos el coche, llegamos tarde a la escuela de nuestros hijos) y eso hace que nos exaltemos, agobiemos, y ¡pum!, explotas con el menos indicado.

Esto es más común de lo que creemos. Al desquitarnos con alguien, no solo lo lastimamos, creamos una secuela en aquella persona para siempre, y aunque pidas perdón y trates de remediar el daño, aquello ya quedó grabado siempre. Con esto recuerdo mucho la metáfora del papel arrugado: en donde existe una hoja lisa y blanca, pero cada vez que nos enojamos la arrugamos y tiramos al suelo. Cuando ya estamos tranquilos la recogemos del piso y tratamos de alisarla y limpiarla, pero ya es demasiado tarde. La hoja no volverá a ser lisa y blanca, quedara arrugada y sucia siempre. Lo mismo pasa con un ser humano.

Este tema me ha interesado mucho y durante meses he estado investigando acerca de él, por lo que me he dado cuenta que cuando lastimamos a alguien, siempre respondemos con agresión y aunque puedas hacerte consciente de esto, no podemos evitar responder con palabras lastimeras.

Lo mismo también ocurre cuando trabajamos, si llevamos con nosotros un problema familiar al trabajo y viceversa, nuestra actitud y forma de reaccionar cambian por completo.

Incluso a veces decimos cosas sin pensar a la gente más susceptible (nuestros hijos). Hay que tener mucho cuidado con las palabras a un hijo o hija porque éstas se pueden quedar grabadas incluso hasta en la edad adulta. Todo lo que digamos a nuestros hijos en el presente (eres un triunfador, tú puedes, eres el mejor, nunca te des por vencido, eres un héroe) o palabras agresivas, se convertirán en el futuro de aquel ser humano al que tanto amamos.

Es necesario saber que perdonar no significa un borrón y cuenta nueva. El perdonar una agresión es un proceso que puede durar meses o años dependiendo la magnitud del mismo.

En estas fechas especiales, invito a que hagamos un pequeño recuento de daños causados por nosotros y daños causados a nosotros también. Somos humanos, no somos perfectos, pero podemos llegar a pensar un poco lo que vamos a decir antes de cometer una acción irremediable.

Transformemos de manera positiva con las palabras que decimos.

Recordemos lo que dijo Sigmund Freud: la ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas.

Felices fiestas decembrinas.