El hospital más solo del mundo (Reportaje especial)

Texto: Jesús Peña; Fotografía: Omar Saucedo; Video: Omar Saucedo / Ernesto Cadena; Edición: Kowanin Silva                                          Diseño: Edgar de la Garza

PARRAS DE LA FUENTE, COAH.,  5 de diciembre de 2015.- Por sus características, el hospital más solo del mundo se encuentra en esta cabecera municipal y cuenta con solo 73 pacientes, 52 hombre y 21 mujeres, mientras que en la mayoría de los hospitales, el maltrato, la prepotencia, la negligencia médica y la falta de medicamentos son una constante, aquí, parece como si el tiempo los hubiera atrapado por varios años, el hospital es su casa.
Se trata del Hospital Psiquiátrico de Parras de la Fuente, donde los pacientes han llegado por algunos familiares que ya no quieren saber nada de ellos y no tienen actualmente algún “pariente” que los reclame porque simplemente ellos, “están locos”, así los recriminan.

Conoce algunos casos de pacientes que ya viven en este hospital.

LAURITA…

Lo único que saben de ella es que se llama Laurita, que tiene 39 años, que padece retraso mental profundo, según el diagnóstico, que no habla y que en 2014 fue traída aquí por unos primos, luego que el padre la abandonara y eso es todo, no hay más datos. No se sabe nada de su historia personal, como si Laurita no tuviera historia, como si antes de estar aquí no hubiera existido nunca.

MARGARITA…

Aquí dice que se llama Margarita, tiene 59 años, retraso mental leve, llegó en 2010 referida por el Centro Estatal de Salud Mental (Cesame) de Saltillo, es persona indigente y está aquí por pelear en la calle, por pleitos, por provocar a los demás. Cuando llegó estaba desaliñada, quejosa, desorientada en tiempo y lugar. En la entrevista que le hicieron cuando ingresó dijo ser casada, tener dos hijos, vivir en Torreón y Reynosa y nada más.

ROSITA…

A Rosita la trajeron aquí hace un año o dos, sin datos de familiares ni nada. Era uno más de esas pacientes sin historia, con historia velada que abundan en este nosocomio. Hasta que un día se presentaron en el psiquiátrico unas personas que aseguraron ser los hijos de Rosita. Dijeron que había habido una inundación en el pueblo y que Rosita se había perdido, que se les perdió, así nomás. Vinieron a encontrarla aquí, pero una vez que supieron que esa mujer era su madre y dónde estaba, ya no volvieron, la dejaron aquí.

LUPITA NAVA…

En este hospital no sólo hay  pacientes sin familia, sin historia,  los hay también que no tienen nombre, identidad, y señalan a una mujer con retraso mental severo que está al lado de nosotros, agarrada del respaldo de una banca del jardín, se llama Lupita Nava, Nava porque la trajeron, como en el noventa, de Nava, Coahuila.

Lupita llegó sin apellido, y como es costumbre en el hospital con los que llegan sin apellido, le pusieron el nombre del lugar en el que la encontraron: Nava. Lo único que sabe decir o parece decir, cuenta la enfermera, es chinga puta, sus dos palabras, chinga puta.

“Chinga puta”, repite Lupita, “óigala, óigala”, dice la enfermera y se ríe… Parece que a Lupita la encontraron en algún restorancito de carretera, posiblemente era mano larga y bailaba sola. No se sabe más nada.

JUAN N…

Es el caso de Juan N o “N. N.” de “no nombre” o “no name”, fue uno de los primeros pacientes que llegaron al hospital, tras su fundación en 1987. Juan tampoco habla y su forma de comunicarse con el mundo exterior es a través de sonidos guturales.

Cuando hubo la necesidad de que a Juan le arreglaran lo del Seguro Popular, para que siguiera de asilado en el psiquiátrico, tuvieron que inventarle un apellido: Navarro Duque, Juan Navarro Duque, le pusieron, pero al personal del psiquiátrico le gusta llamarlo por su nombre original: Juan N.

De Juan N. se conoce poco o casi nada, sólo que tiene síndrome down y fue rescatado de un prostíbulo en Piedra Negras. Nada más, no se tiene más datos.

PACO…

La mayoría de los internos de este sanatorio son de retraso mental profundo, esquizofrenia y otros de daño orgánico secundario a la enfermedad crónica de la esquizofrenia, cuando Paco, uno los pacientes, se acerca: “Hola amigo…”, suelta. Es uno de los internos de 60 años que están aquí de por vida, eso luego de haberse quedado huérfano dos veces, si, dos veces.

La historia de Paco es así: Sus padres de sangre murieron cuando él era apenas un crío y entonces fue adoptado por otro matrimonio, que también murió, la madre no hace mucho.

El doctor Miguel ángel dice que Paco padece retraso mental y crisis psicóticas, que en momentos se agita y puede ser agresivo verbal, agresivo verbal, dice, no físico. “Hace unos 20 años que trajeron a Paco de Torreón para acá y ya no se irá, no tiene para dónde ni con quién”.

BETO…

Beto, dice el director, andaba de vago en Torreón, ahí por un mercado, y el DIF lo canalizó para acá, de eso hace unos 27 años. Él se peleaba mucho en Torreón, cerca de un mercado. Una vez lo encontraron muy golpeado y lo trajeron para acá.

Lo trajo una patrulla, dice Beto, que porque andaba pedo. Beto tiene esquizofrenia y dice que una enfermera del hospital, que se llama Lupe, es su madre.

MARTÍN…

Martín si tiene familia, pero es de los pacientes a los que nadie viene a ver, tiene 57 años, padece retraso mental, pero es inteligente, se sabe todas las fechas importantes de la historia del país.

El director dice que se trata de un paciente con trastorno hiperquinético y retraso mental, hiperquinético, dice, o sea que su cerebro trabaja más rápido de lo normal y siempre tiene que estar haciendo alguna actividad, explica el médico.

MILI…

Le dicen Mili, vino de la Laguna y es huérfana. Se dice de ella que era la hija adoptiva de un fotógrafo muy reconocido de Torreón, que tenía su fotografía por el centro. Con el tiempo el papá y la mamá de Mili fallecieron y desde entonces ya no hubo quien se hiciera cargo de ella y por eso vive aquí.

Mili comenzó a extrañar las visitas de su madre, lloraba mucho y le dio por esconderse debajo de las camas. Tiene 49 años, cursa con retraso mental grave profundo y no habla, hace puros sonidos guturales.

SERGIO…

Sergio G. y hace tiempo que fue rescatado de una casa en Piedras Negras, donde sus familiares lo tenían encerrado en un cuchitril y amarrado con cadenas de pies y manos. Su caso fue denunciado a la televisión por unos vecinos.

Cuando llegó aquí Sergio estaba hecho un esqueleto cubierto de costras, barba y pelo largo; tenía fracturas en brazos y piernas, iba rengueando y no sonreía. Ningún pariente se hizo responsable de él, quedó en estado de abandono y desde entonces los empleados del hospital lo adoptaron como si fuera de su familia.

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