LA CORREGIDORA

Los retos y desafíos para la atención y prevención de la Violencia Familiar

Ana Mónica Arceo Millán

Lic. en Sociología

Mtra. en Psicoterapia

Especialista en Violencia Familiar

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La atención de grupos de mujeres que son receptoras de violencia es una práctica que se ha venido gestando con mayor fuerza en la última década.

La reivindicación de los Derechos de los grupos vulnerables, mujeres, niños, niñas, personas de la tercera edad y con capacidades diferentes ha sido ratificada por los gobiernos de todos los niveles en diversas partes del orbe.

El estado de Querétaro adopta medidas jurídicas, cautelares, de protección, de intervención y de tratamiento al fenómeno en la Ley que establece las bases para la Prevención  y Atención de la Violencia Familiar y en la Ley de Acceso a las Mujeres a una vida libre de violencia, existiendo además leyes específicas para grupos de edad y condiciones particulares que pugnan por diversos derechos.

En dichos tratados se promueve de manera singular la atención de las víctimas que, estadísticamente son vulneradas física, psicológica, económica y/o sexualmente. En este caso el ejercicio de la violencia masculina, se presenta en una incidencia mayor (85.6%) (Martínez, 2003: 6) que la configuración del maltrato de la mujer hacia su pareja e hijos -que también lo existe, en una menor ocurrencia-.

Por cuestiones culturales o por circunstancias sociales y/o emocionales, la violencia masculina se constituye  como fenómeno que atender, no obstante no se afronta con tal orientación, ya que el tratamiento dado al problema es plenamente jurídico, careciendo en la mayoría de los casos, de elementos psico-clínicos para el re-aprendizaje de formas de interacción no violentas y reconstrucción de la masculinidad hegemónica, se trata pues de un aspecto descuidado plenamente.

Por otra parte, la mujer es considerada, por su situación de vulnerabilidad como ente propicio para el desarrollo de modelos de intervención. Sin embargo, el abordaje de la violencia familiar se dificulta, pues requiere especialización en el conocimiento del tratamiento.

Por ejemplo, existen patologías que se desencadenan por el abuso hacia la víctima, tal es el caso del Síndrome de Estocolmo donde la receptora de violencia crea un lazo de dependencia emocional hacia su victimario, así durante el tratamiento y/o separación de la relación que constituye alto impacto cuando se está en riesgo inminente de muerte de ella o de los menores de edad, la intervención se desvanece en pro del arrepentimiento de la receptora, al haber optado por medidas de atención: sea apoyo psicológico, legal, arresto o refugio temporal, se genera un abandono de las iniciativas, generando altos costos sociales.

Otro padecimiento es el Síndrome de Indefensión Adquirida, donde la víctima puede llegar a justificar la violencia generada en detrimento de su dignidad y la de sus pequeños, en muchos de los casos asume la responsabilidad de ser golpeada por no esforzarse suficientemente y obedecer los mandatos culturales de su pareja y la sociedad. Entonces, evita defenderse, deja de lado los límites y permite ser violentada. En ocasiones este aspecto ha sido producto de un patrón de aprendizaje desde la familia de origen, donde fue testigo de violencia y naturalizada esta forma de relación social, considerando que cuando se naturaliza el ejercicio desvinculado del poder, deja de cuestionarse y deviene la aceptación.

Otro tercer padecimiento lo constituye el Síndrome por Estrés Postraumático que se estructura ante la constante vigilancia generada en la relación abusiva. Conforma depresión, ansiedad, insomnio, desesperanza y reacciones magnificadas ante la exposición a episodios cotidianos que le hacen revivir la experiencia del maltrato.

El desconocimiento del tema en las corporaciones de policías y la falta de especialización en las instituciones gubernamentales de atención a las familias, genera límites, incomprensión y ridiculización de las reacciones de la víctima, deficiencias en la ruta crítica y en el abordaje del tema. El reto entonces tiene que ver con una cuestión de voluntades, formación, esfuerzo y ética para con las personas que sufren del fenómeno en cuestión.

Referencias bibliográficas y documentales:

  • Corsi, Jorge (2003). “La violencia en el contexto familiar como problema social” en Maltrato y abuso en el ámbito doméstico. Fundamentos teóricos para el estudio de la violencia en las relaciones familiares. Buenos Aires: Ed. Paidós.
  • Echeburúa, Enrique y Del Corral, Paz. (2002). Manual de violencia familiar. Madrid: Ed. Siglo XXI. Pp. 232.
  • Martínez, María (2003). Guía para elaborar presupuestos municipales con enfoque de equidad de Género. México: Ed. Instituto de Desarrollo Social. Pp. 45.
  • Rioseco, Luz (2005). Buenas prácticas para la erradicación de la violencia doméstica en la región de América Latina y el Caribe. Serie Mujer y Desarrollo No. 75. Santiago de Chile: Naciones Unidas-CEPAL.
  • Villarreal, Enrique (2009). “Ley que Atiende, Previene y Sanciona la Violencia Intrafamiliar en el  Estado de Querétaro” en Ley Penal Querétaro. México: Law Editores.