El caso del suicidio de Armando Vega-Gil

Por Jorge Coronel

QUERÉTARO, QRO., abril 04 de 2019.- Los medios masivos de comunicación, en especial la televisión y radio de corte comerciales (es decir, destinados a una gran audiencia) forjaron y moldearon a millones de personas en todo el mundo en cuestión de gustos musicales: la balada y el rock como dos de los géneros con más aceptación en el orbe.

La aparición de personajes como Elvis Presley, Frank Sinatra, The Beatles, Rolling Stones, entre otros muchos, propició que el artista fuese visto con aureola de inalcanzable, de semidiós, de símbolo sexual, condiciones éstas idóneas para vender imagen y millones de discos (por consecuencia, generar millones de dólares).

El mero hecho de que se vendiera a un artista o grupo como mega estrella propiciaba gran expectación en la muchedumbre que era capaz de todo por estar cerca de sus ídolos. Es así como se acuña el término anglosajón “Groupie” (que significa “una persona que busca intimidad emocional y sexual con un músico famoso. Sin embargo, este término también se aplica a una joven admiradora de un determinado cantante o grupo musical, a los que sigue incondicionalmente”. Ver más en: https://es.wikipedia.org/wiki/Groupie

La cultura del espectáculo necesita del morbo para existir y tan es así que incluso se han hecho mediciones de cuántas mujeres han poseído las estrellas de la música (ver: https://www.infobae.com/2006/06/04/258093-el-record-sexual-los-mas-famosos/).

En México, fueron la XEW-Radio y Telesistema Mexicano (posteriormente conocida como Televisa) quienes desde oficinas creaban “estrellas” de la música para vender a un numeroso público. El artista, generalmente del sexo masculino, sabedor del enorme poder que tenía, cometía abusos contra su público -generalmente mujeres-, incluso llegando presuntamente a la violación.

Como estos artistas mexicanos son capaces de generar millones de pesos sus probables abusos eran tapados por todo mundo y en primera por la víctima pues bien sabía que nada podría hacer ante el contubernio existente. Una vez que la influencia de la televisión y radio comerciales se vio vista mermada hasta grados nunca antes imaginados, fue la aparición de las redes sociales quienes las sustituyeron.

Finales de marzo y principios de abril de 2019: la denuncia pública, a través de Twitter, de presuntos abusos contra mujeres cometidos por músicos mexicanos famosos sacude la industria mexicana del espectáculo. Y sucede un hecho dramático: uno de los señalados, Armando Vega-Gil, escritor y músico integrante de la banda de rock Botellita de Jerez, anuncia su suicidio también por Twitter… y lo cumple.

Todo mundo se lleva las manos a la cabeza, la cuenta desde donde surgió la denuncia pública, horas después de la muerte de aquél, se despide. Y todo se torna en un espectáculo, en un show mediático.

La industria del espectáculo es la única que ha ganado, como siempre sucede.

Las denuncias de mujeres abusadas presuntamente por músicos mexicanos han pasado a un segundo plano.

Con la televisión y la radio prácticamente muertas, las redes sociales toman la estafeta y, al menos en México, han provocado una guerra mediática, un nuevo show para la industria del espectáculo de dimensiones incalculables: mujeres contra hombres.