Oferta cultural de la UAQ: entre el racismo y la autodenigración

Por Jorge Coronel

QUERÉTARO, QRO., 24 de febrero de 2019.- El filósofo y politólogo mexicano, César Cansino, lo define perfectamente en una entrevista concedida al extinto semanario local, El Presente (04 de julio de 2012): “En América Latina hemos tenido históricamente un complejo de inferioridad sobre lo que hemos producido y aportado intelectualmente. Seguimos instalados en una escolástica muy barata que repite la cochambre de lo que se dice en Europa o Estados Unidos. ¡Y vaya que si en Latinoamérica tenemos una tradición de pensamiento muy rica y valiosa! Lamentablemente hemos terminado por olvidarla, por mandarla al basurero de la historia porque nos la pasamos mirando a Europa. ¿Cuántas veces, en las universidades y escuelas de México, se lee a Alfonso Reyes, a José Vasconcelos, a Samuel Ramos? Son los grandes olvidados. Los hemos marginado. Nadie los discute. Y, ahí, en su obra, hay una sabiduría, una identidad, una manera de pensarnos. Porque ni duda cabe de que en América Latina tenemos una forma distinta de estar en el mundo, que no coincide con la del idealismo alemán ni con cualquier otra tradición anglosajona”.

Este desprecio por lo nuestro, para intentar “ser como ellos”, ha taladrado hasta el grado de no saber qué y quiénes somos: acaso una grotesca mezcla que ha dado por resultado la denostación por lo que hacemos, los del “tercer mundo”, en nuestro paso por esta vida terrenal.

Son las universidades ejemplo claro de este desprecio hacia ese perro maloliente llamado América Latina, un ser vivo colonizado mentalmente, un cuerpo leproso y desechable (excepto por sus riquezas naturales, por supuesto, para los del “primer mundo”).

Sobre este punto, un malestar recorre a quien esto escribe y a otras muchas personas que no se atreven a decirlo abiertamente: la causa es el pobre papel en la oferta cultural de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).  Al menos en las oficinas desde donde se maneja el tema de la cultura se repiten los vicios que tanto daño han causado a la UAQ: no se percibe un proyecto cultural sólido . Además, estas oficinas “de cultura” parecieran ser sólo son una agencia de colocación para los cuates, con una deficiente programación para el alumnado (la sociedad externa, a la que se debe la UAQ, está completamente fuera de sus “planes”); peor todavía: consulte usted la programación de estas oficinas “de cultura”, ¿y con qué se topará? Sí: sólo la visión eurocentrista. Lo otro, lo diferente al mundo anglosajón, para estas personas que manejan “la cultura” en la UAQ es cosa de “nacos”, “rancheros”, “pueblerinos” y, en el mejor de los casos, “mexican curious”. Cine, pintura, literatura y demás expresiones europeas/anglosojanas dominan la pobrísima “visión” cultural de la UAQ. Tristemente éste es el escenario. Hay, por supuesto, una inmensa e infame dosis de racismo en esta actitud: sólo el legado europeo/anglosajón es “arte”, “cultura”. Lo demás son abortos y curiosidades. No tienen valor porque la academia “no lo avala”. Viene a mi mente que hace unos diez años, a propuesta de la

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ, se propuso otorgar el reconocimiento honoris causa a Evo Morales, actual presidente de Bolivia. Dicha propuesta fue rechazada tajantemente, entre otros, por un ex director de la Facultad de Bellas Artes de esta Alma Máter (facultad, por cierto, donde la visión eurocentrista es la que manda y ordena), bajo el “argumento” (bueno, es un decir), de que el boliviano no ha aportado “mucho” para ser considerado para tal distinción (y, no lo dijo públicamente, pero seguramente lo pensó: porque es “feo”, “sin título universitario” y “moreno”).

Me despido citando a uno de los grandes olvidados y despreciados por la academia mexicana, el filósofo, también mexicano, Samuel Ramos, quien en su obra, “El perfil del hombre y la cultura en México”, en su capítulo “La imitación de Europa en el siglo XIX”, concretamente en el subcapítulo llamado, “La autodenigración”, afirma: “(…) No se puede negar que el interés por la cultura extranjera ha tenido para muchos mexicanos el sentido de una fuga espiritual de su propia tierra. La cultura, es este caso, es un claustro en el que se refugian los hombres que desprecian la realidad patria para ignorarla. De esta actitud mental equivocada se originó, ya hace más de un siglo, la ‘autodenigración’ mexicana, cuyos efectos en la orientación de nuestra historia han sido graves”.