Descolonizar la alimentación

Por Guillermo Marín Ruiz

QUERÉTARO, 30 de octubre de 2018.- México está entrampado en la dependencia alimentaria y con un pueblo enajenado, enfermo e intoxicado. Esto es producto de una estrategia de las empresas trasnacionales agro-industriales y procesadoras de alimentos, en complicidad con los laboratorios trasnacionales y las autoridades gubernamentales. Con una irresponsabilidad total, saturada de racismo y desprecio por la base popular de los ciudadanos de este país, la kakistocracia cleptómana criolla, sin ninguna responsabilidad histórica y humana por el pueblo, la ha entregado a estas empresas, permitiendo y participando en el sabotaje del campo mexicano, la pérdida de la sabiduría culinaria ancestral.

El resultado de esta estrategia iniciada en la década de los años setenta, es que el país perdió la autosuficiencia alimentaria, se importan granos transgénicos, carnes químicamente tratadas y las empresas trasnacionales productoras de alimentos procesados se han apoderado del mercado y de los gustos y preferencias de un pueblo indefenso, mal informado y desorientado. Todo esto nos da como resultado un pueblo enfermo, adicto al azúcar, a las harinas, a los refrescos embotellados y a los químicos. Totalmente intoxicado con pésimos hábitos alimenticios que-literalmente- se está envenenado y está pagando por su veneno. Las enfermedades como la diabetes, el cáncer, hipertensión, por citar sólo tres de las más recurrentes, tienen al pueblo al borde del colapso. El Estado mexicano cada día se encuentra sin recursos y sin la disposición de atender esta pandemia. Por el contrario, solícito y servicial, está defendiendo los intereses de las empresas trasnacionales y apoyando con las leyes e instituciones los intereses de estas empresas.

Por estas razones se requiere, de manera urgente y emergente, la descolonización alimentaria. Entendemos que no será el gobierno quien lo hará, y mucho menos las empresas beneficiadas de este envenenamiento masivo. Que no podrá ser, por ahora, un “proyecto nacional”. Ésta debe ser una tarea estrictamente personal, de carácter familiar. Una acción de adentro hacia afuera y de abajo hacia arriba. Este es un llamamiento a un ¡ya basta! definitivo y contundente, por la liberación de los oprobios de la colonización mental, cultural y culinaria. Debemos tomar conciencia de que el acto de ingerir alimento es, en esencia, un acto sagrado, que viene en gran parte del más poderoso ritual que realiza nuestra Madre Querida, la fotosíntesis.

En efecto, de la magia de convertir los fotones en energía vegetal se desprende todo el mundo de vida que nos rodea, incluidos por supuesto nosotros, los seres humanos. Tendremos que recorrer el mismo camino de sabiduría que realizaron los Viejos Abuelos olmecas al crear “la pirámide de desarrollo humano”, con sus cuatro primeros sistemas: alimentación, salud, educación y organización. De ser nómadas, cazadores y recolectores, pasaron a inventar la agricultura, el maíz y la milpa. De igual manera, ante la adversidad de la necrófila modernidad, se requiere emprender la reinvención de la alimentación en este páramo de los alimentos contaminados y procesados, productos chatarra y cadenas trasnacionales de alimentación. Se requiere la sabiduría, astucia, paciencia y fuerza interna para encontrar la forma de ingerir ENERGÍA DE CALIDAD. Vencer al “enemigo interno” de la comodidad y la autocomplacencia, como a los enemigos externos de la publicidad, “los zombis y fantasmas” que saturan nuestro camino.

En definitiva, no es una batalla fácil ni de corta duración. Por el contrario, es total, definitiva y permanente. Se convertirá en una estrategia de vida para enfrentar el colapso civilizatorio de Occidente y el derrumbe de la modernidad. Tendrá que cambiar en definitiva nuestra percepción del mundo y la vida. Necesitamos ver el mundo como un campo de energía y la vida como una oportunidad para llegar a la conciencia total. Se tendrá que restringir con todo el rigor de la disciplina interna los apetitos consumistas, degradantes y tóxicos de los que somos víctimas desde hace cinco siglos y con los cuales el conquistador-colonizador nos ha sometido. Descolonizar es dignificar