La menstruación: ¿premio o castigo?

Por Joaquín Antonio Quiroz Carranza

TEQUISQUIAPAN, QRO., 17 de mayo de 2018.- La menstruación trae a la abrumadora mayoría de las mujeres molestias de diverso grado: desde la incomodidad debido al uso de las toallas femeninas, hasta dolores en el vientre, inflamación de senos, presencia de acné, distensión abdominal, aumento de peso corporal, entre otros malestares; y con todos ellos a cuestas la mujer se ve en la necesidad de cumplir con todos los roles impuestos por un mundo masculino y de esclavitud femenina: ama de casa, esposa o novia, asistencia escolar o laboral, entre otras.

El denominado síndrome premenstrual implica una serie de contradicciones emocionales sustentadas en el rechazo a la feminidad para intentar alcanzar el “éxito” profesional, escolar, laboral, entre otros; odio hacia lo masculino por ser el género que domina la estructura y superestructura de la sociedad; de rechazo a ese proceso fisiológico el cual ha sido estigmatizado por los paradigmas sociales como una “enfermedad” de la mujer, algo sucio, vergonzoso, poco higiénico, de mala suerte, etc.

Para tratar con equidad de género a la mujer durante su periodo menstrual, éste debería visibilizarse como un proceso fisiológico normal el cual indica que la mujer se encuentra sana y que potencialmente puede concebir a sus hijos cuando ella y su pareja lo decidan. Teniendo en cuenta que es un proceso periódico debería lanzarse la iniciativa de ley para que todas las mujeres que se encuentren en la etapa de vida durante la cual tienen la menstruación, queden liberadas de las ataduras laborales, escolares, profesionales y familiares durante los días correspondientes.

Si como sociedad se libera a la mujer de las contradicciones emocionales  (entre “éxito” y proceso fisiológico) y de esta forma cada mujer dispone de 5-6 días al mes para estar absolutamente relajada, sin obligaciones laborales, escolares o familiares, muy seguramente los dolores premenstruales desaparecerán y en su lugar se vería una inmensa sonrisa en todas las mujeres porque esperarían con alegre ansiedad sus días de asueto. Imaginemos la pléyade de mujeres liberadas de las ataduras sociales durante 5-6 días cada mes: NO trabajo sin pérdida de salario ni de las prestaciones sociales; NO asistencia escolar sin consecuencias académicas; NO quehaceres domésticos u otros relacionados sin conflictos de pareja; NO estigmas a la menstruación…

Para destruir los paradigmas que sofocan a la mujer en el tema de la menstruación se debe iniciar la construcción de nuevas ideas en el seno familiar: informar a las niñas y niños sobre lo que significa la menstruación, del respeto que se le debe guardar a la mujer y a sus procesos fisiológicos, del acompañamiento que se le debe brindar, de las libertades que se deben conquistar para alcanzar la equidad de género. La salud y, por ende, la menstruación sin dolor, debe ser un premio, no un castigo, debe mirarse desde la óptica femenina y masculina como un proceso natural.

Eliminar expresiones como “estoy en mis días” o “ya vienen sus días de locura” y otras similares, es una necesidad apremiante de la sociedad. La menstruación no es una enfermedad y como cualquier otro proceso fisiológico requiere sus espacios y condiciones. Por ejemplo, ante la necesidad de satisfacer el proceso fisiológico de ingerir alimentos y saciar el apetito, se construyen comedores en las empresas, existe toda una industria restaurantera con las instalaciones necesarias. Para satisfacer las necesidades del proceso fisiológico del sueño existe toda una industria hotelera, de camas, colchones y otros accesorios. Para satisfacer las necesidades de los procesos fisiológicos de evacuación existe toda una industria dedicada a los muebles de baño y accesorios. Para ocultar a la menstruación se desarrollan cada día toallas femeninas “ultra delgadas”, “ultra-absorbentes”, “ultra discretas”, “anti-olores”, “anti-accidentes” y toda una parafernalia de fármacos contra el dolor.

La menstruación se oculta, se niega, se rechaza y por ello causa dolor. Bastaría que el mundo masculino probara colocarse una toalla, de las llamadas “femeninas”, en los genitales durante 5 o 6 días, y seguramente, de forma inmediata, se legislaría a favor de establecer todas las condiciones necesarias para que las mujeres transiten una menstruación libre, sana y feliz.

El rechazo, la negación y la vergüenza que tiñen a la menstruación no parten sólo del mundo masculino, también las mujeres replican los paradigmas en los procesos educativos. De esta forma son abundantes las frases que dicen las madres a sus hijas: “¡Huy, hija, ya mero comienzas con tus sufrimientos!”, “te lo dije: tendrás dolores”, y en los centros laborales o escolares cuando a una mujer se le desliza sangre y mancha su ropa, el acoso y la burla de hombres y mujeres es inmediato, provocando vergüenza y otras emociones negativas en quien le sucede el hecho.

La utopía es posible, luchar por la equidad de género no es una declaratoria, ni solamente un conjunto de leyes, de normas y distribución de curules entre hombres y mujeres, es más importante para toda la sociedad establecer las condiciones para que las mujeres transiten una menstruación libre de ataduras laborales, escolares y sociales, sana y feliz, a negociar diputaciones o senadurías, presidencias municipales, gubernaturas, o colocar en Secretarías de Estado a mujeres para cumplir con acuerdos internacionales.