El caso del rapero QBA: una visión desde Querétaro

Por Sowker Cruz (colaboración especial para Voz Imparcial)

(El autor es rapero queretano, algunos de sus trabajos musicales son: https://www.youtube.com/watch?v=reU_120az44 ; https://www.youtube.com/watch?v=hok-uooae6A; https://www.youtube.com/watch?v=HYyl5pBiB8o)

QUERÉTARO, QRO., 30 de abril de 2018.- En su génesis, el Rap fue ícono y ejemplo de la violencia practicada entre los jóvenes de su país natal, Estados Unidos de América; esta imagen, transgeneracional, ha sido uno de los estigmas más arraigados y problemáticos para los practicantes que distan de una vida que haga alusión a estos cimientos.

El Hip Hop, por sus raíces, tiene una clara vertiente de misoginia, violencia, pandillerismo, drogadicción y problemas de carácter familiar. La mezcla detonó en un estilo rítmico que alude a emular y perpetuar el estilo de vida de las calles, un claro ejemplo es el Hip Hop en la década de los 90 en el Este y Oeste de USA; además de ser cuna del Rap, las ciudades estadunidenses donde se gestó son caracterizadas por altos índices de problemáticas sociales.

En ulteriores años, se logró un desprendimiento de imagen y una desestigmatización entre sus practicantes por movimientos culturales realizados en países de habla hispana. Los practicantes de rapping buscaron, entonces, cambiar el valor lírico del contenido en sus letras. Hubo varios movimientos icónicos en el siglo XXI que hicieron énfasis al respeto, unidad, progreso, amor, conciencia social, empatía, equidad, integración y tolerancia. Esto abrió una clara brecha en países como España, que popularizó a raperos entre personas no directamente inmiscuidas en rapping ni ningún elemento de Hip Hop permitiendo , así, un número de alcance mucho mayor para los liricistas de esta parte del mundo.

El Rap tiene entre 45 y 50 años de historia, en México alrededor de 25 años. Desde su gestación, el rapping en México emuló y adoptó la violencia. En muchos de los exponentes más conocidos en el país, puede hallárseles contenido inapropiado para todo público: sus letras son discriminantes, racistas, misóginas y despectivas. Aunque la desestigmatización que atravesó el Hip Hop también tuvo su lugar en el país no hizo gran eco en el oyente general, pero sí uno de mediano impacto entre sus practicantes (jóvenes por sobre todo).

El caso de QBA, rapero oriundo de Jalisco, el cual fue vinculado al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), y acusado de disolver en ácido a 3 estudiantes aspirantes a cineastas, al confundirlos con integrantes del grupo rival Cártel Nueva Plaza (CNP), merma, hiere, daña y retrasa los esfuerzos hechos por los movimientos socioculturales a lo largo de los años en pro de la mejora de la imagen de raperos para con el entorno social. La acción es penosa e indignante, causa miedo e inseguridad. Al hablar de QBA, aunado a la etiqueta de “rapero”, da como resultado que el rechazo se expanda y tienda a ser generalizado. El panorama para un incipiente, ya difícil de por sí, se vuelve mucho más complicado si se le cierran puertas por el desprestigio que supone vincularse, aun de la manera más remota, a lo que tenga que ver con Rap.

Es un retroceso que los jóvenes y adeptos tienen que afrontar y superar, y sólo son ellos quienes definirán el futuro de la percepción que se tenga de Rap y Hip Hop, para conservar una tradición cultural que va mucho más allá de teñirse de los hechos, como dijo Guillermo del Toro, “aterradores”. Rap y Hip Hop: una tradición cultural rica en valores y humanidad.