Desde Querétaro, carta abierta a AMLO

COLUMNA INVITADA

Por Luis Bárcenas Vázquez (consejero estatal de Morena-Querétaro)

Estimado Andrés Manuel López Obrador:

QUERÉTARO, 14 de marzo de 2018.- Soy de los militantes que hemos defendido tu postura de abrir la puerta de Morena a todos aquellos que quieran sumarse al Proyecto Alternativo de Nación. Pero, como soy un militante testarudo que se tomó en serio la construcción de un partido político genuinamente democrático, estoy obligado a expresarte mis puntos de vista sobre algunos avatares de lo que ha sido la corta vida de Morena en Querétaro. Lo hago a partir de la convicción de que ser un militante de Morena y mantener un silencio cómplice sobre lo que consideramos equivocado sería una contradicción existencial. No soy ingenuo pero sí optimista. Por eso creo que, si no hoy, en algún momento tendrás conocimiento de estas líneas, como hombre bien informado que eres y confiando en que nada de Morena te es ajeno. Los resultados electorales en 2015 ubicaron a Morena como la tercera fuerza política en Querétaro con el 8% de la votación emitida.

A nivel nacional, el porcentaje obtenido significó el tercer mejor resultado para Morena de las nueve entidades en las que estaba en juego la gubernatura. Nuestro partido no entregó malos resultados en lo que fue su primera participación electoral. Esto nos alentó para seguir participando con mayor entusiasmo en la consolidación de Morena a través de la elección de su primer Comité Ejecutivo Estatal de conformidad con lo establecido en el Estatuto y en apego a la Declaración de Principios. Aquí vino el primer jicarazo de agua helada a nuestro entusiasmo democrático. Quien desde hace más de diez años ha fungido como enlace nacional de Morena en Querétaro, Sinuhé Piedragil Ortiz, decidió -adujo que por indicaciones superiores, lo cual nunca creímos- que la elección del Comité Ejecutivo Estatal era un asunto de su competencia más que de la de los militantes. Contra esa insultante postura reaccionamos la mayoría de los 40 consejeros estatales, lo que derivó en que su candidato –Carlos Peñafiel Soto-  solamente obtuviera 19 votos que le permitieron su triunfo sobre los otros dos aspirantes que obtuvieron 18 y 2 votos. Este proceso, que pudo haber sido celebratorio, marcó el principio de una etapa obscura de torpezas, opacidad y exclusión en nuestro partido que lo han llevado a la absoluta inoperancia de su estructura orgánica y al entumecimiento de la participación de la militancia en sus procesos internos. El fracaso del proceso de construcción de la estructura electoral fue la primera consecuencia grave de esta etapa y creímos que este resultado haría reaccionar a las dirigencias nacional y estatal para revisar lo que estaba sucediendo. Para sorpresa nuestra no hubo otra reacción más que la de justificar y matizar ese fracaso con pretextos fantasiosos.

Aquí empezamos a comprender que lo que en un principio pusimos en duda, parecía ser una realidad: la responsabilidad del Comité Ejecutivo Nacional en todo, absolutamente todo, lo que sucedía en la vida interna de Morena en Querétaro. Comprendimos que los equivocados fuimos quienes pensábamos estar participando en un proyecto noble y necesario para el país, como era la construcción de un partido democrático, diferente a todos los demás en sus prácticas internas. Entendimos el porqué el presidente del Comité Ejecutivo Estatal se degradó a vocero del Comité Ejecutivo Nacional y auxiliar del enlace nacional, desmantelando el estorbo que significaba para esas tareas la estructura estatutaria de Morena. Sin embargo, ilusos irredentos, todavía llegamos a pensar que el tropel de enviados del Comité Nacional, casi todos afirmando que su encargo era directo de Andrés Manuel López Obrador, podían impulsar un viraje de Morena hacia el rumbo que marcan el Estatuto y la Declaración de Principios. Lamentablemente sólo uno de estos enviados intentó hacerlo, con desgano y, consecuentemente, nulos resultados. El fallido proceso de selección de los Coordinadores de Organización nos confirmó que lo que ocurría en nuestro partido obedecía a una estrategia cupular que no estaba a nuestro alcance cuestionar sino únicamente obedecer. Por eso, no nos sorprendió el contenido de la Convocatoria a los procesos de selección de candidatos a los cargos de elección popular federales y locales, que emitió el Comité Ejecutivo Nacional el 15 de noviembre de 2017. Sus términos se apegaban meticulosamente a esa estrategia de control absoluto del proceso por parte del Comité Ejecutivo Nacional pasando por alto el Estatuto, Ley, Constitución o lo que fuere.

Aun sabiéndolo y entendidos de su alcance, muchos militantes nos decidimos a participar en ese proceso confiando en que se cumpliría con los términos de esa convocatoria así como en la mínima posibilidad de que las encuestas aportaran un factor de objetividad en la resolución. Esta vez ya no fue jicarazo, sino un tinazo de agua helada lo que recibimos los incautos que solicitamos registro como aspirantes, salvo los elegidos de antemano. Nada del procedimiento que establecía la Convocatoria se cumplió, excepto lo que tenía que ver con las decisiones discrecionales de la Comisión Nacional de Elecciones. Algunos lo vislumbramos desde que al momento de solicitar el registro se negaron a firmar un acuse de la solicitud y documentación entregada, táctica propia de quien prepara un acto tramposo, de quien actúa de mala fe. A estas alturas, las decisiones sobre las candidaturas federales están tomadas y, salvo uno que otro caso, los compañeros propuestos son inobjetables. Los nombres no son el problema sino la simulación y la mentira que manchó el proceso de selección. ¿Había necesidad de ello?, por supuesto que no. Desde el momento en que quienes solicitamos participar en este proceso lo hicimos con el afán de contribuir al fortalecimiento de Morena y no de satisfacer ambiciones personales habíamos aceptado las reglas que establecía la Convocatoria.

Lo inaceptable es que las reglas que se establecieron no se respetaron y finalmente se optó por el consabido “dedazo” atropellando los derechos político-electorales de quienes solicitamos el registro como aspirantes a candidatos. Es este atropello a las normas lo que no cabe en un partido que se propuso ser ejemplarmente democrático. No lo merece la militancia, no lo merece Morena y tampoco los merecen los compañeros postulados como candidatos. ¿Qué sigue? Por lo que a mi respecta esta etapa está cerrada y seguimos adelante en el propósito central. Los errores y los agravios cometidos no ameritan que perdamos de vista el objetivo fundamental que es el triunfo electoral por la Presidencia de México. Hay una razón contundente para ello: sigo confiando en la integridad moral de Andrés Manuel López Obrador y eso pesa más que las trampas o felonías de quienes han utilizado sus encargos partidistas para cuidar intereses personales o sectarios. Esto no significa dejar de lado la tarea de convertir a Morena en un gran partido democrático. Habrá oportunidad de retomar esa tarea después del triunfo electoral. Esta confianza en tu integridad y en tu compromiso con la Patria mantiene firme mi convicción de apoyar, con todo lo que mis posibilidades me permitan, tu aspiración de conducir a México hacia un mejor destino desde la Presidencia de la República a partir del 1 de diciembre de 2018.