FOTOS: “La Bartolina”; Crónicas y leyendas de Concá, Arroyo Seco, Qro. y la región.

” LA BARTOLINA”

– CAPÍTULO PRIMERO –

POR: Profra. Ofelia del Castillo Guillén (Autora con DR).

ARROYO SECO, QRO., 15 de octubre de 2016.- En la época de las haciendas, floreció y tuvo gran auge la producción del campo y con ello, encumbraba cada vez más a la  nueva clase privilegiada que eran los hacendados; pero para los que trabajaban al jornal, fue la peor pesadilla de sus vidas: obligados a pagar lo que en la “Lista de Raya” acumulaban, lista que cada vez era más impagable, por lo que no podían abandonar esa Hacienda para buscar mejores condiciones de vida en otra. Pero además, no había de dónde escoger, los panoramas de los alrededores eran similarmente desalentadores.

Hay quienes afirman fue una  época de magia y encanto, opinión que se diversifica y contradice dependiendo del posicionamiento social  y la postura que en esa época se tuviera.

Al paso de los años lo que en un principio fueron TIERRAS DE INDIOS, a la llegada de los españoles, se convirtieron en ENCOMIENDAS que eran otorgadas a españoles por favores o servicios prestados a la corona, luego pasan a ser ESTANCIAS y posteriormente  HACIENDAS.

La Hacienda San Nicolás de Concá, surgió en el siglo XVII como ESTANCIA, siendo su propietaria Doña Josefa Figueroa de Zámano, luego,  Pedro de Figueroa y Zámano y posteriormente, Alférez Tomás González de Figueroa.

El último dueño de la Estancia de San Nicolás de Concá, como  ESTANCIA fue Felipe Antonio de Tornel.

Posteriormente el Capitán de Frontera Francisco de Cárdenas, quien adquiere por remate estos terrenos ya como HACIENDA, que comprendían 1070 hectáreas de tierra que se sembraban principalmente de caña de azúcar para alimentar el Trapiche (molino de caña) y producir el piloncillo . Tenía sus esclavos propios.

Este Capitán tenía la función de  proteger a los indígenas,  pero contrariamente, era cruel, desalmado, despiadado y brutal, que no tenía piedad alguna para nadie y menos para los de su misma raza (él tenía sangre indígena ).

Por fortuna, los Misioneros siempre defendían a los Naturales y el Fraile Agustino  José de Arellano, envía carta al Virrey en 1703 denunciándolo.

Así mismo,  Fray Luis de Guzmán, denuncia y evidencía a este capitán y a Don Antonio Olvera, que eran igualmente crueles.

 Y así es desterrado el cruel y sanguinario Francisco de Cárdenas; condenado a alejarse a más de 40 leguas del lugar.

Fue en esta época que bajo las maquinaciones macabras de este Capitán,  dan inicio a la práctica de castigos que aplicaban a los Peones que cometían lo que para ellos era una falta gravísima: desobediencia,  no trabajar al mismo ritmo que todos,  sublevarse, negar deber algo a la tienda de raya o cualquier cosa que pusiera en tela de duda y riesgo la pérdida de autoridad del hacendado, creando así para ello… “LA BARTOLINA”.

Un lugar propio para aplicar castigos a quienes los hacendados o capataces contemplaban como infractores de sus leyes o que perjudicaban sus intereses.

Ahí se les castigaba de manera perversa, cruel y sin piedad, casi siempre hasta que perdían la vida.

En las paredes de La Bartolina había grilletes fijos a los muros  para sujetarlos de pies y manos mientras los torturaban  cruelmente.  También otros aparatos creados especialmente para tortura; una sala inquisidora de tamaño pequeño pero igualmente aterradora.

Y claro, en La Bartolina no podía faltar el castigo que se consideraba el más cruel y desesperante: “La Gotera”, que hacía enloquecer a quien bajo ella estuviera inmóvil por más de dos días.

Eran muchos los castigos que en ese pequeño cuartito se daban a los peones que osaban infringir la ley del hacendado; construcción ruinosa  que actualmente queda en los terrenos del Hotel Misión Ex hacienda San Nicolás Concá, a cuyo lado corre la hermosa acequia (canal natural de agua) que se denomina “Las Compuertas”; a un costado del balneario “El Abanico” en la comunidad de El Salitrillo, municipio de Arroyo Seco, Qro.

Cuartito actualmente en ruinas, donde un gran árbol de Higuerón, se ha posado sobre una de sus muros, el más conservado, abrazando fuertemente con sus raíces e incrustándose amorosamente en esas paredes casi derruidas, penetrando hasta sus entrañas, como queriendo preservar lo que el hombre no ha sido capaz de hacer.

Ahí, a medio derruir y sin ninguna protección, a merced del tiempo, el último vestigio de ese lugar que fue históricamente testigo mudo de las sangrientas maquinaciones de aquél Capitán de Frontera, Francisco de Cárdenas. Ahí, permanecen los restos de tan sólo ya tres muros, que atestiguan la existencia de tan terrible lugar.

( Continuará… )