Historia del feminicidio de Carmen en Concá; contado por quien exige JUSTICIA

¿Qué pasó ese fatídico 24 de marzo del 2015 en Concá, Arroyo Seco, Qro?

Historia contada por la maestra Ofelia del Castillo Guillén

CONCÁ, ARROYO SECO, QRO., 1° de octubre de 2016.- Eran alrededor de las 13:45 hrs. de ese día martes cuando mi padre Antonio del Castillo del Castillo de 82 años de edad, pasó frente a mi casa. Él vive en Arroyo Seco pero tiene una huerta en Concá y había venido a comprar un fertilizante.

Se detuvo casi frente a la cochera porque le llamó la atención un auto blanco estacionado frente a la puerta principal. Llama a mi hermana y ella se comunica conmigo a San Luis Potosí donde estaba yo viviendo.

Le llamo a Carmen y me manda a buzón. Llamo entonces a mi padre y le digo que se regrese para que me comunique con Carmen. A partir de ese momento me mantuve en comunicación ininterrumpida hasta que llegaron alrededor de 10 personas después de haber descubierto el cuerpo.

Mi padre me dice:

– Oye la reja está abierta.

– Háblale a Carmen, -le dije-

Escuchaba cómo le tocaba la reja con el bastón metálico y le llamaba y nada, sólo los perros ladraban ansiosos.

Me dice:

– Voy a tocarle en la segunda puerta porque no oye.

Al tocar la puerta interior se abrió porque no funcionaba el picaporte y dijo entonces:

– Esta muchacha tiene un cochinero. Hay un batidero. Como si con un trapeador hubieran embarrado yodo en el piso.

Le pregunté:

– ¿Cómo yodo?

Dijo que por el color rojizo café, parecía.

– No papá, Carmen es muy limpia. Esto no está bien. Pásate.

Me dijo colgaría y cuando la encontrara me llamaba.

– No, no cuelgues, le dije.

Me indicó: – El batidero sigue para el cuarto de la entrada y para la sala. Luego añadió: – Ay, ay, ay. Es mucha sangre en la sala. – Aquí hay una muerta y está toda entripada.

Le dije:

– Salte y no toques nada. No dejes entrar a nadie hasta que llegue la Policía.

Luego dice:

– Hija, nunca he tenido miedo pero esto parece sobrenatural. Viene una niña gateando de la cocina. Está toda colorada, llena de sangre.

– Es su niño de Carmen papá, afirmé.

Escuché que mi padre avanzaba por el sonido que hacía su bastón. – Ya me salí, me dijo.

– No permitas que entre nadie hasta que llegue la policía y no toques la puerta. No me vayas a colgar.

Yo a la salida de una tienda comercial con mis bolsas de mandado, conseguí otro teléfono para llamar a alguien de mi confianza que fuera a ayudar a mi papá, sin colgar mi teléfono.

La llamada seguía en línea y escuché que una vecina a quien reconocí perfectamente por la voz, le decía a mi papá:

– ¿Se siente bien señor?

– Estoy bien pero aquí hay una muerta.

– ¡Ay Dios!, Ya me voy, dijo Y se escucharon pasos.

Enseguida llega el primo “X” de Carmen a quien le reconocí perfectamente la voz y dice:

– Era mi prima.

– ¡No puedes entrar!, dijo mi padre con voz enérgica. Entiende, no puedes entrar hasta que llegue la policía.

Y escuché cómo el bastón metálico golpeaba la reja. Dice mi papá que al golpear la puerta, atravesó el bastón para que no pasara su primo que insistía en entrar.

Se escucharon sollozos.

– Era mi prima, ya le dije.

Luego llegó otra vecina conocida y preguntó:

– ¿Qué pasó?

Mi padre le explicó.

Luego otras personas más. Yo le hablaba a mi papá con voz desesperada y no me contestaba. Le pedía sacaran al niño para que lo atendieran. Sólo la llamada se mantenía abierta y por fortuna no colgó. Sólo escuchaba que mi papá repetía: – ¡Ay Dios, ay Dios!

La llamada se interrumpió hasta cuando se escucharon varias voces, como de unas diez personas, calculo. Hasta ahí me consta por lo que escuché, el primo no entró a mi casa.

Me preocupaba mucho el niño, la salud de mi papá y sentía mucho dolor por Carmen, por lo que supuse debía haber sufrido. Mi desesperación crecía al no encontrar taxi para llegar a mi domicilio en San Luis Potosí.

Recuerdo llegué a mi casa y metí todas las bolsas al refrigerador y llamé a mi esposo, le expliqué lo que pasaba y me vine rápido para Concá.

Me llama la persona con quien Carmen trabajaba en la Prepa y me dijo que no había ido ni el lunes ni ese martes. Le dije lo que mi padre me refirió.

Llegué alrededor de las 18:45 hrs y encuentro mi casa acordonada y rodeada de gente y patrullas. Abrazo a mi padre y a la abuela de Carmen, yo lloro y curiosamente ella muy serena.

Me aborda el Jefe de investigación de la entonces PGJ y a solas me explica lo sucedido diciendo:

– No sabemos a ciencia cierta por el estado del cuerpo que está muy inflamada, pero se percibe fue degollada. Le pido no comente con nadie esto porque no tenemos la certeza que eso haya sido la causa de su muerte.

A nadie le dije esto. Todos, inclusive mi padre creían había sido un asalto, y le habían disparado o quizás apuñalado, otros suponían se había resbalado de la escalera con los tacones. Nadie ahí más que la policía y yo sabíamos eso.

Me fui con mi padre, mi familia y mi amiga que apoyó a mi papá y comentaron lo sucedido.

Mi hermana me dijo:

– ¿Ves aquél rasguñado que está recargado en el árbol?

– Es primo de Carmen, le dije.

– Esos rasguños tienen como dos días de “oreados”. De seguro fue él.

Molesta repliqué:

– Cómo crees si era su primo.

CONTINUARÁ…